¿Qué es un aval bancario?
El término aval es un concepto que utilizamos muy habitualmente, incluso en nuestra vida cotidiana, pero no siempre tenemos claro en qué consiste exactamente. En este artículo conoceremos qué es un aval bancario y cuáles son sus diferencias con los avales normales. Además, te daremos algunos consejos para evitar recurrir a ellos cuando no es estrictamente necesario.
Un aval, a secas, es un “escrito” en el cual “alguien responde de la conducta de otra persona”, según la definición de la Real Academia Española. Si lo aplicamos a una situación económica y utilizando palabras coloquiales, la frase que lo resume sería: “Si Fulanito (avalado) incumple su palabra y no te paga, yo me haré responsable y te pagaré (avalista)”.
El objetivo de los avales es claro: es un mecanismo de seguridad y confianza por parte de la persona que debe cobrar el dinero (el beneficiario), que así se asegura que de una manera u otra, recibirá su dinero, si no es por parte de la persona que se comprometió inicialmente, al menos sí por la persona que le respalda.
¿En qué se diferencia un aval bancario?
Como hemos comentado anteriormente, lo que queremos saber es en qué consiste un aval bancario, puesto que tiene una diferencia fundamental con respecto al aval normal. El aval bancario es aquel en el que el avalista es el banco. Es decir, el banco es quien asegura al beneficiario “yo te pagaré si mi avalado no puede”.
Obviamente, un banco no se convierte en avalista de una persona por amistad o simpatía. El banco tiene unos procedimientos muy específicos y reglamentados por los cuales decide aprobar la operación y emitir un aval. Al fin y al cabo, es una operación de riesgo para ellos, como otorgar un préstamo personal, por lo que requiere un estudio previo. Y el banco sólo accederá a avalar si se convence de que el avalado tiene capacidad de pago: lógicamente, a pesar de aceptar ser avalista, a la entidad bancaria le gustaría que no se generase ninguna deuda y así no tener que hacer ningún desembolso.
Por tanto, la emisión de un aval tiene unos costes, no solo los generados por el estudio en sí, sino también por otras gestiones del banco (comisión de apertura) y por la intervención de terceros, como la firma ante notario de un contraval y que normalmente ronda el 0,3%. A eso hay que sumar una comisión de riesgo que normalmente el banco cobra trimestralmente como plus por los riesgos asumidos.
Cuánto cuesta y para qué se pide un aval bancario
El coste de esas comisiones que cobra el banco por emitir el aval depende de la cantidad máxima avalada. En cualquier caso, el porcentaje de comisión que el banco cobra por formalizar el aval es siempre la misma, es decir, no le puede cobrar un porcentaje distinto a dos clientes diferentes. Además, el banco publica sus tablas de porcentajes en su página web, por lo que ese tanto por ciento se puede conocer de antemano. A modo ilustrativo, esos porcentajes suelen ser de entre 0,5% a 5%.
Los avales bancarios se pueden solicitar por razones muy diferentes. El motivo más habitual es el de un préstamo. Por ejemplo, el Instituto de Crédito Oficial (ICO), dentro de su línea de crédito, puede pedir una aval bancario como requisito para su concesión. Pero los avales se están empezando a generalizar en otros ámbitos, probablemente por la desconfianza que ha generado la crisis económica. Por ello, ya no es infrecuente que una agencia inmobiliaria o un particular pida un aval para asegurarse su renta en el alquiler de una vivienda, si no es por parte del arrendatario, al menos por parte de la entidad financiera que avala.
Evitar un aval bancario
Como se puede deducir de este artículo, solicitar un aval bancario tiene sus inconvenientes, principalmente burocráticos y económicos: nunca nos saldrá gratis. Por ello, también se puede recurrir a otras soluciones que no implican la solicitud de un aval. Es el caso de los minicréditos rápidos, que se pueden solicitar por Internet y sin estudios previos, como en el caso de Credy.es.
Otra opción son los avales personales, que también tienen sus inconvenientes. Aunque el avalista es un familiar o un amigo, igualmente se debe formalizar conforme a la normativa y a través de un banco. Los costes son mucho menores porque se considera un gesto ‘solidario’, pero puede entrañar muchos problemas en la relación entre avalista y avalado (rupturas, distanciamientos) que, aunque tienen que ver más con la vida privada de cada persona, no hay que desdeñar. Además, la desgracia del impago por parte del avalado puede producir otra desgracia igual o mayor: la confiscación de bienes del avalista. Lamentablemente, es un problema que se da más habitualmente de lo deseado en situaciones de impago hipotecario y desahucios.
Por todo ello, lo ideal es ponerse en manos de profesionales de confianza que saben bien qué es un aval bancario y cuáles son los riesgos que entraña, o bien recurrir a soluciones más sencillas como créditos sin aval, que implican muchas menos ataduras y quebraderos de cabeza. En cualquier caso, la decisión final siempre se debe tomar después de una reflexión a fondo.